@Yudyvet
He perdido la cuenta en que he
tenido que soportar desde comentarios que para algunos son inofensivos, hasta
los más soeces y degradante para una mujer, todos son asquerosos, repudiables y
sin necesidad que se utilice un lenguaje burdo, ofenden e irrespetan toda
integridad femenina. Y sé que no soy la única víctima de estos “machotes” que
lanzan sus comentarios, los cuales tienen sus cerebros tan reducidos a una
cultura machista donde creen que nos alagan, pero en realidad, nos vulnera, nos
violenta y además nos pone en ridículo cuando hay público que capte su show.
¿Qué les pasa a estos hombres que
creen que vivimos en función de sus penes? Se toman el atrevimiento de silbarnos
como a perros y referirse a nuestras partes íntimas como cualquier objeto, demostrando
así su bajeza, su violencia y su falta de respeto por sus madres, hermanas,
hijas y todas aquellas mujeres que lo tienen de pie en este mundo. Somos las
mujeres en nuestro papel formador de esta sociedad, las que debemos asumir la
formación de los niños en casa, corregir desde el principio las prácticas
machistas y degradantes, esto también aplica el inculcar el respeto hacia los
animales, el ecosistema, a la diversidad, en fin, a todo aquello con lo que
convivimos.
Debo confesar que desde que empecé
a ser víctima de estos piropos, sin ninguna formación política, empecé a
repudiarlos y a enfrentarme a ellos. Suelo encarar a estos tipos, girarme, mirarlos a los ojos y responderles con agresividad, me encanta ponerlos en ridículo
en las estaciones de bus, en calles muy transitadas y todo espacio público donde
me siendo agredida ¡son tan cobardes! Casi que de manera sistemática, tan pronto
notan que los encaro se hacen los disimulados y me quitan la mirada, y a mí que
poco me importa hacer el ridículo, les empiezo a gritar - ¡Asqueroso acosador!,
¿qué es lo que me está diciendo? ¡Respete imbécil! – y empiezan a escabullirse
como ratas cuando detectan el veneno.
Una de las que más recuerdo, fue
una ocasión en un día de elecciones en mi ciudad, al acercarme a un puesto de
votación, de entrada un policía encargado de la seguridad me susurro no sé qué
al oído, el tumulto de gente y el ruido del sitio no me permitieron entender,
con impotencia seguí mi camino a la urna que me correspondía, eso sí, muy
atenta a que sucedería cuando tuviera que salir. Efectivamente, con la
impunidad que gozaba de la primera piropeada, se sintió nuevamente con derecho
de agredirme y volvió a susurrarme al oído, a lo que reaccione sin compasión y
empecé a gritar muy fuerte - ¿Esa es su función en este sitio? ¿Agredir e
irrespetar a las mujeres que vienen a votar? – Mi escándalo fue tal, que todas
las miradas se centraron en aquella escena y un superior del policía se
acercó a verificar que era lo que pasaba, le expuse la situación y presenté mi
queja ante el comportamiento de su subalterno. Aunque sé que no habrá pasado
a mayores represalias, reconozco que me da gusto someterlos al escarnio público.
Soy un poco optimista al pensar que después de esa experiencia, lo pensaran dos
veces antes de volverlo a hacer.
Así que no quiero ni tolero piropos
por la calle, no me visto para provocar ni gustarle a nadie y salgo a la calle
como quiero, nadie puede venir a violentarme, los piropos es violencia contra
la mujer y son asquerosos.
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